Mariano Otero: el juicio de un gigante

por Ago 16, 2022Ciencias Sociales y Humanidades0 Comentarios

Mariano Otero: el juicio de un gigante

 Adalberto Ortega Solís

 

Hablar de la figura de José Mariano Fausto Andrés Otero Mestas, es hablar de una figura polifacética, que nace en Guadalajara, Jalisco, el 4 de febrero de 1817, en una casona tradicional de Guadalajara, precisamente ubicada en la esquina del ángulo que forma el Palacio de Gobierno con las calles Pedro Moreno y Maestranza, fue bautizado por su tío el Presbitero Norberto Mestas, el 10 de febrero en el Santuario Metropolitano, su padre, Don José Ignacio Otero y Patiño, también originario de esta ciudad de Guadalajara, el abuelo era un Regidor, Don Manuel Otero, y su abuela doña Cecilia Patiño. Don José Ignacio Otero y Patiño se matriculó en 1874 para estudiar jurisprudencia, pero optó por la carrera de medicina habiéndose titulado en 1809; casándose con doña Ana María Mestas y Gamarra, neogallega descendiente del Mayorazgo de Porres Baranda.

Muy joven Mariano Otero quedó huérfano, estando todavía en el colegio y obviamente en condiciones económicas difíciles, afortunadamente cuidó de él el gran educador y liberal jalisciense poseedor de grandes valores, Don José Luis Verdía, y bajo sus auspicios continuó sus estudios. En 1831 ingresó al seminario teniendo como maestro al Dr. Rafael Homobono Tovar, nativo de Mascota y de rancia ideología conservadora, continuo sus estudios en el instituto del Estado y fueron sus maestros los distinguidos abogados Manuel Rioseco, Crispiniano del Castillo, Ignacio Vergara y Juan José Romero; también el destacado José Ramón Pacheco y de su talentoso protector Don José Luis Verdía.

En enero de 1834 practicó en el despecho del Lic. Pedro Zubieta, político moderado y en 1835, estuvo en el Bufete de Don José María Fonserrada, un gran postulante, habiéndose recibido el 17 de octubre de 1835 a los 18 años de edad.

Su jurado estuvo presidido por Don José Luis Verdía e integrado por Juan Gutiérrez Mallen y el filántropo Dionisio Rodríguez, habiendo obtenido calificación como sobresaliente.

Mariano Otero escribía los papeles de los actores en los teatros de Guadalajara, pues tenía una excelente letra, obviamente que realizaba críticas muy breves en los volantes en que se anunciaban las funciones y de esa manera obtenía recursos.

Una vez titulado, y recibiendo el apoyo del Lic. Crispiniano Del Castillo, se dedica a la práctica de la abogacía.

El 29 de junio de 1836 en la parroquia del Sagrario contrae matrimonio con Andrea Arce Garibaldo, dama tapatía con quien procreó 7 hijos en sus 14 años de matrimonio, pues como todos sabemos Mariano Otero, falleció el 1 de junio de 1850 a la edad de 33 años.

A fines de mayo de 1842, sale Otero a México para no volver jamás a Guadalajara, hasta noviembre de 1982 a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Es incuestionable que no podríamos entender el significado del Siglo XIX en México sin haber leído y hurgado en el pensamiento de Otero, ya que, si no conocemos y entendemos el Siglo XIX, no estaremos en posibilidad de ubicar históricamente los acontecimientos Jurídicos, Políticos, Económicos y Sociales del Siglo XX en la República Mexicana.

Abogado, catedrático, político, biógrafo, orador, escritor, estadista, legislador, ávido lector, su contacto con diversos clásicos latinos y con la filosofía de la ilustración, influyen después sobre su muy particular modo de pensar. Escribe biografías, pronuncia importantes discursos, aprovecha al máximo el tiempo, como si adivinara que sería breve su vida.  Antes de 1841 únicamente ha publicado la “Noticia Biográfica al Señor Alcalde Obispo de Guadalajara”; y el 16 de Septiembre de 1841 pronuncia su discurso que fija la atención de sus paisanos. Así, adquiere una prematura madurez que lo conduce a ser un auténtico y fuera de serie servidor de su patria.  Amante de la Sociología, y del estudio de la problemática económica del país que se refleja en sus obras: “El Ensayo”, “Consideraciones”, y “Ensayo sobre el verdadero estado de la cuestión social y política que se agita en la República Mexicana”, escrito en 1842, con un pensamiento estructurado con metodología para investigar, que nos permite no solo conocer el aspecto sociológico del siglo XIX, sino con base en ello, comprender los fenómenos del futuro de México con claridad.

Basta analizar el título de esta obra para entender en su cabal interpretación, los propósitos y alcances que deseaba darle su autor.

Mariano Otero, en dicho ensayo, escribe, entre otras cosas, lo siguiente: “Las leyes se deben dirigir a garantizar a cada individuo, con el menor sacrificio posible, la satisfacción de todas sus facultades de hombre, y la organización de los poderes públicos no tiene otro objeto que establecer el poder más propio para expedir conservar y ejecutar esas leyes tutelas de los derechos humanos y de las relaciones sociales”.

Pretendiendo explicar la revuelta de 1841, nacida en Jalisco, Otero llega al meollo de la cuestión cuando afirma “el mal estado de la riqueza pública, es lo primero y más patente de nuestros males”; pero no se refiere a despilfarro y mala administración. En realidad, señala que el clero poseía más del sesenta por ciento de la riqueza nacional y sus productos se canalizaban a renglones pasivos como el sostenimiento de hospitales, conventos, escuelas, hospicios y en menor medida, a facilitar capital a comerciantes, obradores y mineros.

Dice Otero: “La miseria de la Nación consiste en que una gran parte de los objetos de consumo, los recibe del extranjero y que no hay equilibrio entre los objetos que toma de éste y el producto de los giros que le ministran los artículos del cambio”. En cuanto a los frutos de nuestra agricultura, esos frutos que no solo podrían satisfacer todas las necesidades propias de nuestra oblación, sino también surtir al extranjero, triste es reconocer que en lo generado la República, no tienen salida alguna y que solamente en algunas partes, se explota un reducido número de artículos, consistentes, en gran parte, en meros productos brutos, que solo rinden cortísimas utilidades.

“Que únicamente la minería para proporcionarnos el cambio; más los desastres de la guerra y la carestía del azogue (se refiere aquí a la extracción de plata) y la pérdida o paralización de muchas de las más celebres negociaciones, han disminuido tan considerablemente los productos de este ramo que hoy quizá no llegan a la mitad de lo que eran. Al principio de éste siglo”

Con enorme agudeza para su época: Otero define la causa de la descapitalización nacional. Analiza luego el proceso de amortización improductiva del clero y al hacerlo llega a la esencia de su ensayo: La Propiedad.

Observa que el México de sus días tiene concentrada la propiedad en unos cuantos miles de individuos; que la clase media es apenas una delgadísima capa social y en cambio, el proletariado es la inmensa mayoría de la población. Concluye que la clase media. “Vendría a ser el principal elemento de la sociedad”, encontrándose en ella “el verdadero germen del progreso y el elemento política más natural y favorable que pudiera desearse para la futura constitución de la República”.

A Mariano Otero le preocupa “el verdadero estado” de la cuestión social, es decir, le asalta el deseo de participar en el debate público y filosófico existente en el país, cuando diversas facciones, no solo los conservadores y su apego a la monarquía a la filosofía y teología, sino también entre grupos de liberales que enfocan el problema con orientaciones divergentes.

Por eso este ensayo es el resultado del examen minucioso que realizó Otero d la problemática de México, sus páginas revelan el desasosiego político en los primeros años de la década de 1840 y la falta de un conocimiento de las potencialidades del país.

Otero supone que las fracturas en la afinidad fundamental de los grupos liberales radican en el sistema de pensamiento. Por una parte, están los liberales orientados desde los Estados Unidos y por la otra los orientados por la filosofía francesa, en especial por los enciclopedistas y los fisiócratas.

La inquieta intelectualidad mexicana de la reforma no fue ajena a la divergencia mundial del pensamiento liberal que se acentúa en materias tan nuevas, por entonces, como la economía y la sociología que permanecían formando parte de la filosofía moral, sin rango, como la tienen ahora, de ciencias humanísticas. Para analizar la obra de Otero es necesario que nos ubiquemos en el tiempo y en el espacio que sirvió de marco de referencia a Mariano Otero, y cuál es la influencia del pensamiento económico y social que fue determinante en su formación y que él estudio afanosamente, desde Adam Smith y Locke hasta la influencia de José María Luis Mora y Melchor Ocampo, por citar algunos.

Sus diversas inquietudes intelectuales lo llevaron a que desembocara en la actividad política, sirviéndole de puente “El Plan de Jalisco”, no obstante que en su primera incursión en la política, jugando para Jefe de Departamento y después para 4° 5° y 6° vocal es sucesivamente vencido, tenaz se presenta para suplente primero y segundo, pero vuelve a perder.

Este acontecimiento lo pinta, impetuoso, porfiado, tenaz, audaz, aunado a su confianza en sí mismo, seguro de su valía, incursiona de nuevo en elecciones, y esta vez triunfa el joven Otero, siendo electo para el Congreso Constituyente de 1842 al cumplir los 25 años de edad. Al partir a la ciudad de México, es aquí donde desarrolla su vena en el periodismo al escribir en “El Siglo Diez y Nueve”.

Además, su participación en el Congreso Constituyente de 1842, nos da la oportunidad de hablar de Mariano Otero: el Constitucionalista, el Político, el Estadista.

Lee a Constant, Tocquevile, Sismondi, Rousseau, Montesquieu, Burke entre otros, y a través de ellos pone en práctica lo aprendido en sus valiosas intervenciones; reflejadas en la discusión del Artículo 26 del Proyecto de Reglamento del Congreso, en ella Otero defiende la libertad de deliberación del Congreso, y en la respetabilidad de la Constitución que de dicho Congreso surja.

El Jalisciense sienta las premisas de lo que sería después su tesis sobre el amparo, al apuntar que las peticiones o representaciones son la señal mediante las que las fracciones desconocen la voluntad general y destruyen el orden establecido. Vive épocas de definición, con un Presidente como Santa Ana que en todo momento dejaba ver su intención de que el Congreso no debía aprobar una Constitución que promoviera el Federalismo. Así se inician las manifestaciones de las representaciones de las “Guarniciones”, por lo que el Siglo Diez y Nueve dice que es la contraofensiva para sustituir la voluntad de la representación nacional. Razón por la cual la defensa de Otero se enfila a proponer y defender “que se debía concentrar el poder en la clase media para evitar los males de lo alto y lo bajo de la sociedad que entre nosotros es pésimo”.  Su propósito es afianzar “las garantías individuales” que será siempre su objetivo primordial en su labor como legislador y actor en el Congreso Constituyente de 1842; años después, el 10 de Octubre de 1846 se publica un manifiesto escrito por Otero, Zubieta y Zerecero en donde expresan el afianzar las garantías individuales ante cualquier arbitrariedad de los distintos poderes públicos y posteriormente en 1849 redacta su importante Dictamen sobre la Ley de Garantías Individuales.

Claramente Mariano Otero prevé, como buen estratega, lo que podría llegar a ser el Federalismo, y concluye que “este daría consistencia a los diversos grupos liberales de la época, estando en posibilidades de no solo adquirir fuerza, sino la victoria”. En otras palabras, Otero pretende con interés que se le disminuya fuerza al Ejecutivo de disponer de manera absoluta del Ejército, avisora la imperiosa necesidad de que el Estado tutele las relaciones sociales y se proceda a un equitativo reparto del territorio. El Diputado Otero al contemplar el deseo del Ejecutivo de disolver el Congreso, tenaz como es su característica, está dispuesto a transigir en tres puntos: que no se licencie al ejército de la Colonia; que se conserve la intolerancia religiosa establecida en la Constitución de 1824; y que se mantengan los fueros. Sin embargo, apunta: “Se debe separar al clero de la influencia política para que por sí vaya disminuyéndose”, Otero manifiesta de manera pertinaz que el Congreso arribe a una Constitución, que ésta se redacte con premura, y, en el supuesto de que no entre en vigor, como tiene la intuición, sea bandera en el futuro. Sin embargo, él sostenía que era vital el acuerdo en lo fundamental porque los intereses, las clases, pueden en México coincidir en determinados conceptos e instituciones, ser solidarios, en ciertos principios esenciales, que no excluyen la divergencia, por el contrario, permiten y prevén su canalización legal sin que se quebrante la estabilidad, la paz social y la política. En su obra el Ensayo, Otero nos dice: “la experiencia del país nos muestra que en las instituciones fundamentales no se debe preparar la lucha, sino el acuerdo y la armonía de los elementos sociales”. Pero todas estas ideas y proposiciones las reafirma en su discurso del 11 de octubre de 1842, que lo encumbra a una fama nacional. En esta intervención hace política, elude lo académico en que lo quiere encajonar la mayoría y trata lo concreto, en dicho discurso Otero nos presenta su mundo de ideas, surge la defensa del Federalismo, argumenta en pro de sus principios, lo que le anima e inspira, y propone resguardar las facultades de las “Provincias” pues ello fortalece la organización nacional.

Además, se opone a la creación de una Cámara aristocrática inspirada en la Cámara de los Lores de Inglaterra, dando pie a su pensamiento histórico político: “imposible en un país donde en su sociedad no hay nobleza ni género alguno de aristocracias”.

Posteriormente el 8 de Octubre de 1846, Otero, Joaquín Navarro y Fernando Agreda, presentan a la Primera Junta Preparatoria y a los electores primarios del Distrito Federal, proposiciones que consistían en que los electores primarios deberían publicar un manifiesto reiterando los principios que los conducía, para que, sin demérito de los futuros Diputados, se conocieran y fuesen refrendados por la nación los sentimientos republicanos, el goce de los derechos individuales y sociales y además compromete a los Diputados para que al término de su gestión, informen de su conducta a la opinión pública.

El 30 de noviembre de 1842, se da comienzo a las reuniones previas de las juntas preparatorias a las sesiones del Congreso Constituyente, que son el inicio del conocimiento de la valía de Otero.

El 3 de diciembre es electo Presidente del Congreso Gómez Farías, y como integrantes entre otros, de la comisión revisora de credenciales, se designa a Mariano Otero y a Benito Juárez, perteneciendo también Otero a las Comisiones de Puntos Constitucionales y de Gobernación.

Por lo que fundamentalmente se le identifica es por el VOTO PARTICULAR de Mariano Otero que presentó al Congreso Constituyente en la sesión del 5 de abril de 1847.

Por el VOTO PARTICULAR, Otero se separa de la mayoría de la Comisión de Constitución. En el Acta de Reformas, se contiene los fundamentos y bases del Juicio de Amparo, anotando con ligeras variantes en el Voto Particular.

Es este documento de lectura obligada, por todo “Zoon Politikon”, es decir, por todos los mexicanos y desde luego por cada uno de los jaliscienses, que por la trascendencia y actualidad de este documento que es sin duda VOTO PARTICULAR de Mariano Otero, quien se separa de la mayoría de la Comisión de la Constitución para emitirlo y proponer en el Acta de Reformas no solo el juicio de amparo, sino la necesidad de la Constitución como punto de reunión de la Unidad Nacional. El Texto Constitucional –precisa Otero- sirve para aglutinar fuerzas en esos momentos aciagos de guerra, ya que el país se encuentra “inconstituído”. En el VOTO, se ve la visión de Otero, la que solo tienen los predestinados, al prever que se debe poner a cubierto de cualquier riesgo, su posible vigencia provisional.

Relevante es su opinión sobre el Derecho Electoral, por cierto, de gran influencia, en el espíritu reformador en esta materia de Don Jesús Reyes Heroles. En su VOTO PARTICULAR, Otero afirma el derecho de ciudadanía, que conlleva el derecho a votar en las elecciones, el derecho de petición, el de reunión, el pertenecer a la Guardia Nacional, son elementos que integran el sistema representativo. Al mismo tiempo hay que sentar las bases de las “Garantías Individuales”, pues sin ellas no tendría sentido la organización de los poderes públicos, así las “Garantías Individuales” son el epicentro de todas las instituciones, aderezado por su experiencia, producto del incidente del 2 de Mayo de 1843, en que son aprehendidos Riva Palacio, Lafragua y Otero, donde los mantuvieron incomunicados, sin tomarles declaración hasta el 27 de Mayo en que la rinden “bajo formal protesta de no reconocer como competente a la autoridad militar”.

Excarcelados el 13 de junio a las 10:15 de la noche, exigiendo previamente ellos que se formalice la actuación judicial. Esta es su experiencia que se fortalece entre: el voto de la minoría, la prisión sufrida y la acusación en contra del Auditor Conejo por la vía de la experiencia vivida personalmente, que dan existencia a una serie de principios que integran la incipiente armazón de nuestro Juicio Constitucional, además corroboran en el abogado jalisciense la necesidad de que el ciudadano particular pueda ampararse frente al abuso del poder o la violación de las garantías individuales.

Otero dio las bases para el amparo, inspirándose en la supremacía de la Constitución, en el principio de legalidad, en el control constitucional de las leyes, y en la doctrina de la responsabilidad de los funcionarios por actos violatorios de las “Garantías Individuales”. El amparo halla su base en el Acta de Reformas, fruto del genio legislador de Mariano Otero.

También Otero, ve la necesidad de organizar al Senado, para ello no debe basarse en el concepto de prioridad, sino en el de sabiduría y patriotismo, cuyos integrantes garanticen la estabilidad de las Leyes y el respeto a los intereses de las “Minorías, donde ya en su discurso del 3 de diciembre de 1842 había tratado este tema ampliamente, así ratifica su creencia de que el sufragio universal, sin la representación de las minorías, origina una democracia mutilada.

Se opone en el VOTO a la Institución de la Vicepresidencia y en ello es enfático.

En el VOTO PARTICULAR de Mariano Otero del 5 de abril de 1847, su objetivo más alto era el obtener un texto jurídico que fuera base de la Unidad Nacional. Otero no es simple legislador que confía en la omnipotencia de la ley, es el jurista que apoya sus afanes de avance legislativo en el inquebrantable propósito del político de aunar el esfuerzo para asegurar el progreso, mismo que se refleja el 10 de febrero de 1848 donde Ignacio Mora y Villamil, Benito Quijano y Mariano Otero son comisionados para que concierten el armisticio con el General en Jefe del Ejército Americano. Otero acepta y agradece al Ministro de Relaciones Luis de la Rosa, manifestándole que procurará corresponder a la confianza que el gobierno deposita en él, ayudando en cuanto pueda “a que disminuyan los padecimientos de los desgraciados habitantes de ésta y las demás ciudades ocupadas por el enemigo, en una palabra que espera ser útil a la República en esta encomienda.

Otero era como dice Don Jesús Reyes Heroles, “político por vocación y profesión, hombre cerebral que cargaba de emoción los principios en que creía y las instituciones que defendía, no exento del don de engendrar pasiones y de obtener prosélitos y opositores”.

En su vida hay luces y sombras. Actuar en política lo obligó a ser analítico, a transigir, tuvo pureza en sus ideas, las que sometió a las necesidades que le dictaron sus estrategias, no luchó al mismo tiempo por todas sus ideas, por eso en esta introducción, hemos querido apuntar su trayectoria en el Congreso y que constatemos que su VOTO PARTICULAR no fue producto de la improvisación o de la pasión del momento, sino fruto de una experiencia en los cinco años anteriores en sus innumerables intervenciones en el Congreso.

Leer y releer su VOTO PARTICULAR es entender la trascendencia e influencia del pensamiento de Otero, no solo en la defensa de las garantías individuales, de las bases del juicio de amparo, de Federalismo, de la Unidad Nacional, del derecho de las minorías, sino de su aportación a la fundamentación de una democracia para el desarrollo y progreso de nuestra querida Patria.

Apasionante es la vida de Don Mariano Otero que, para concluir esta presentación permítaseme parafrasear la bella necrología que escribió Mariano Otero de Don Pedro Támez, Gobernador en su época de Jalisco, el 14 de noviembre de 1846:

“EL HOMBRE A QUIEN ESTA VEZ LLORAN SUS AMIGOS Y CUYA MUERTE HA CONSTERNADO A LA PATRIA ENTERA, ERA UN HOMBRE PÚBLICO DIGNO DE ADMIRACIÓN Y ESTIMACIÓN, UN PATRIOTA DESINTERESADO Y ENTUSIASTA, UN ESCRITOR DISTINGUIDO, UN JURISTA EXCEPCIONAL, UN POLÍTICO PROBO, QUE LA TRIBUNA NACIONAL LO SIGUE RECLAMANDO, UN CONSTITUCIONALISTA, PREOCUPADO POR EL RESPETO A LAS GARANTÍAS INDIVIDUALES. QUÉ FRÁGIL ES ESTA VIDA, OBJETO DE TANTA AMBICIÓN, VIDA DEMASIADO CORTA PARA SUS FAMILIARES, PARA SUS AMIGOS, PARA LA CIENCIA, PARA EL CONGRESO, PARA LA PATRIA, PERO ESA CORTA VIDA BASTÓ PARA ILUSTRAR SU NOMBRE, QUE AFORTUNADAMENTE EL TIEMPO NO HA CUBIERTO CON EL POLVO DE LA INDIFERENCIA Y DEL OLVIDO, PORQUE SU OBRA AFORTUNADAMENTE SIGUE VIVIENTE, ACTUAL Y VIBRANTE”. Mariano Otero, los jaliscienses te recordamos por lo que fuiste, por lo que hiciste y por lo que sigues influyendo en el Estado de Derecho, basado en nuestra Constitución, continente de las garantías individuales.

Muchas gracias.

Pronunciado el 12 de Julio del 2022, en la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco.

Contacto

Telefono

%%TELEFONO%%

Direccion

%%DIRECCION%%

Colonia

%%COLONIA%%

CP

%%CP%%

Correo

%%CORREO%%

Alexia Ramírez Naranjo

Alexia Ramírez Naranjo

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *